El ingenio y la picardía de nuestros paisanos asoman constantes en estos relatos de José María Obaldía. La anécdota, en su desnuda sencillez actual de hecho folclórico, puede ser un fruto de maduración espontánea o tener su inesperado antecedente en alguna aventura del muy europeo barón de Munchhausen. Pero, en cualquier caso, son "mentiras criollas" tomadas directamente por el autor de la boca de sus relatores y recreadas literariamente sin desnaturalizarlas.
El humor es simple, claro. A partir de una cálida mirada, que envuelve a sus protagonistas, apenas se exagera una característica (el tacaño, el calentón, el mentiroso) y ella sola construye el relato.
No existe maldad, ni rebuscamiento literario, todo transcurre en una atmósfera límpida, clara: cuentos simples que hablan del terruño, de una comarca que la memoria evoca, como todos acariciamos recuerdos de los tiempos pasados.