Un telón abandonado en una caja de madera es descubierto en un teatro, es una pieza única y peculiar, uno de los telones que pintó Salvador Dalí en los años cuarenta en Nueva York para su versión de Tristán e Isolda.
Esta también es la historia de Tristán e Isolda, la de Nueva York de los años cuarenta, el viaje interior de aquellos que tiene que dejar Europa y refugiarse en los Estados Unidos. Hay temas que abren otros. En la cabeza las ideas rebotan y componen imágenes.
Un despliegue de flores amarillas, personajes vendados y velados, como la estatua de Giuseppe Sammartino en la capilla de San Severo, en el corazón de Nápoles.
Manos con dedos larguísimos, sombras que deforman las proporciones, rojo sangre, blanco, el azul del manto de la Virgen María, escaleras suspendidas en el vacío, equilibrios imposibles, cuerpos que se dislocan, plumas y lentejuelas aparecen en escena como si la historia cobrara vida en un vaudeville decadente, junto a un director que busca historias para revivir el ánimo de la trouppe.
Por tres años, el telón original pintado por Salvador Dalí, Tristan Fou, era parte del espectáculo. Hoy en día, una replica del telón se presenta en el espectáculo.
-Para este espectáculo los descuentos se han agotado-