
Comulgando con la filosofía taoísta, el artista escénico Arturo Serrano Hernández, autor e intérprete de la obra, plantea, a través de los lenguajes dancístico, teatral y cinematográfico, sus reflexiones en torno a la paradoja que envuelve la condición humana contraponiéndola con la figura de un árbol como símbolo de poder, adaptación, serenidad y permanencia.