A partir de El Rey Lear de William Shakespeare, llega a nuestro teatro una relectura poderosa.
Lear no puede recordar, su memoria es una red perforada por la que escapan los peces. No ata ni desata, salvo en ciertos momentos, ante ciertos estímulos, con ciertas visitas. Está postrado en una cama con varias dolencias, entre ellas, una colostomía que lo obliga a cagar en una bolsita. Un Bufón-enfermero lo asiste, lo cambia, le pone suero de ser necesario.
Él recuerda girones y lo demás, su vida, es un invento nuevo cada vez. Cordelia, Goneril y Regan lo visitan, cada una quiere algo distinto. ¡Se parecen tanto! ¡Las tres podrían ser una y al mismo tiempo no, carajo! Cada cual lo ilusiona o desilusiona, al viejo Lear, con palabras que no va a recordar después.
El Bufón-enfermero le sirve de memoria a través de cintas grabadas a la Krapp. Intenta dar luz en la nebulosa memoria de su amo. Eso… más una vuelta de tuerca final.