Justina vive con sus michijos en un departamento pequeño de la Portales. Un domingo por la tarde, después de recuperarse de una cruda, decide salir a cenar pues su alacena está vacía. A los alrededores no se encuentra nada más que las clásicas quecas de Doña Pelos, así que decide pedir unas.
La demora en su orden hace que pierda la oportunidad de acceder al refresco de su gusto, teniendo que caminar arduos minutos hacía un Walmart de fachada terrorífica.
En su dubitación por acceder al super mercado, tiene un mal presentimiento, pero no da vuelta atrás, su decisión la lleva a un lugar sin salida que cambiará para siempre el rumbo de su vida.