Cuando Obdulia Carranza se entera de que Santa Claus no existe cae en una profunda depresión infantil, que la hace dudar de la existencia de Dios y la lleva a huir de casa la noche de Navidad. Años después, tiene una hija (muy pendeja) y para evitarle la decepción existencial decide educarla lejos del mundo, en una casa solitaria en la que solo pueda mirar a través de una pequeña ventana y no sepa de nadie ni de nada.
María Nicolasa (la niña pendeja) vive de ocho de la mañana a nueve de la noche cumpliendo un itinerario exacto, preciso, rígido e indiscutible dentro de la casa en el desierto hasta que un día el padre de Obdulia llega a tocar a la puerta para que la hija y la nieta acudan a ver a su esposa, la vieja Constantina Efigenia, quien agoniza en cama desde hace tres años y se resiste a morir sin antes haber dado la bendición a su hija Obdulia Carranza, a quien no ve desde hace más de una década.
Así, que padre, hija y nieta emprenden un viaje de varios minutos, días, semanas y meses, de vuelta a la casa de la infancia, que los hará preguntarse de nuevo: y, entonces… ¿Santa Claus existe, mamá?