El espectador completa lo que sucede en escena, crea junto al intérprete, además se observa a sí mismo en la vulnerabilidad del cuerpo expuesto. Somos piezas de un mecanismo que no se detiene, esquirlas de una sociedad que condiciona. No hay cuerpo de hombre y mujer, hay un cuerpo y ese es definido por quien lo tenga. La obra no termina, las imágenes siguen transformándose en la memoria.